Meteoritos y sus propiedades


IV. Cráteres producidos por impacto de meteoritos

Los meteoritos pequeños, que son mucho más frecuentes que los grandes, suelen producir cráteres insignificantes y pocos daños. El meteorito Claxton (Georgia), por ejemplo, que mide 10 centímetros de largo y es uno de los pocos cuyo camino se ha cruzado con el de la civilización, sólo produjo un rasguño en un buzón antes de quedar enterrado en el suelo a una profundidad de 28 centímetros (3). Los meteoritos de este tipo, con poca masa, se frenan al penetrar el la atmósfera, disminuyendo su velocidad hasta la de caída libre de un cuerpo.

Cráter Meteoro (imagen reducida), © 1998 D. Durda

Cráter Meteoro

Panorámica aérea del cráter de impacto y del sinuoso valle Canyon Diablo, visible en la parte superior de la imagen atravesando la meseta del Colorado. Los meteoritos reciben el nombre de lugares cercanos. Los fragmentos del asteroide que produjo el cráter meteoro se llaman meteoritos Canyon Diablo por esa razón. (fotografía reproducida por gentileza de Dan Durda, © 1998).

Imagen reducida de una tectita y una 'Lágrima de apache'

Tectita (izquierda) y Lágrima de apache

Las tectitas son bolitas de vidrio producidas por el enfriamiento de los materiales arrancados de los cráteres de impacto en estado de fusión. A veces se confunden con las Lágrimas de apache, que son fragmentos vítreos originados por meteorización de coladas volcánicas . El ejemplar de la izquierda es una tectita procedente de Indochina, y el de la derecha es una lágrima de apache procedente de Arizona. Ambos objetos son de color negro.

Los meteoritos grandes, en cambio, apenas se frenan al atravesar la atmósfera, por lo que pueden llegar al suelo con velocidades mayores (decenas de km/s). El cráter Meteoro, en el norte de Arizona, es un excelente ejemplo de lo que un impacto de este tipo puede producir. Desde el punto de vista geológico, es reciente (50.000 años). Tiene 1.250 metros de de diámetro (4.100 pies), 170 metros de profundidad (560 pies), como un edificio de unos 60 pisos, y casi 5 km de perímetro (más de 3 millas). En la zona se han encontrado numerosos fragmentos del meteorito metálico Canyon Diablo, responsable de la formación del cráter. Los más pequeños son diminutas partículas, y los de mayor tamaño pesan más de 1.000 libras: más de 30 toneladas de metal en total. (3).

El meteorito metálico Canyon Diablo produjo una gran explosión al chocar con el suelo. Sedimentos de la llanura y gran parte del meteorito quedaron vaporizados en una fracción de segundo. Los pequeños fragmentos del meteorito que sobrevivieron al choque se mezclaron con los sedimentos comprimidos y expulsados del cráter en expansión. Parte de los materiales expulsados, de grano fino, cayeron a cierta distancia alrededor del cráter, mientras que los bloques de mayor tamaño quedaron volcados cerca del borde del cráter, del que habían sido arrancados. Una nube de vapor se elevó desde la cavidad abierta. Pocos minutos después, la nube comenzaba a dispersarse y los fragmentos expulsados sembraban los alrededores del cráter.

En los impactos de grandes proporciones se produce una fusión masiva de materiales, que salpican los alrededores en forma de gotas fundidas. Según la proporción de vidrio y agua que contengan, estas gotas reciben el nombre de tectitas, cristitas, o , genéricamente, bolitas de fusión por impacto. En la Tierra hay varias zonas de gran tamaño en las que se encuentran tectitas. Algunas se extienden incluso sobre varios continentes. En muchos casos, los cráteres asociados con las zonas de tectitas han quedado enmascarados por acontecimientos geológicos posteriores, con lo que las tectitas son el único indicio disponible de esos impactos antiguos.

Los meteoritos se supone que proceden de los asteroides, y, por tanto, los impactos se suelen atribuir al choque de asteroides, aunque algunos podrían haber sido producidos por cometas. Algunos científicos creen que la explosión que tuvo lugar en 1908 en Tunguska, Siberia, fue producida por un cometa. Los relatos de los testigos describen la caÌda de un meteoro, un rugido ensordecedor, una fuerte onda de choque y un gran incendio en la región del impacto. Las exploraciones posteriores de la zona incendiada permitieron comprobar que los árboles habían sido derribados en un radio de 32 kilómetros (20 millas). Los troncos apuntaban radialmente a una zona central, indicando que allí tuvo lugar una gran explosión. De todos modos, no se encontró resto meteorítico alguno, por lo que se supone que un asteroide poco resistente hizo explosión en la atmósfera antes de que pudiera llegar al suelo.

A lo largo de los tiempos geológicos han tenido lugar sucesos incluso más catastróficos que el de Tunguska. El cráter Manicouagan de Canadá, por ejemplo, tiene 70 km de diámetro y fue producido por un gran impacto hace 210 millones de años. Hasta la fecha, se han identificado claramente 120 cráteres de impacto en la Tierra. El número de estructuras geológicas que podrían ser de origen meteorítico es mucho mayor. Probablemente, la mayor parte deben estar en el fondo del mar, ya que el 70 por ciento de la corteza terrestre está cubierta por los océanos.

Existen pruebas de que al final del periodo Cretácico, hace 65 millones de aÒos se produjo un impacto de grandes proporciones. Al mismo tiempo, se produjo la extinción de los dinosaurios y de muchos otros grupos de plantas y animales. Los materiales expulsados durante el impacto se encuentran dispersos por toda la Tierra. Según parece, produjo grandes incendios. Luego provocó un descenso de las temperaturas durante cierto tiempo, un prolongado efecto invernadero y lluvia ácida. Científicos de la Universidad de Arizona descubrieron en la península del Yucatán, en México, el cráter producido por el impacto, de unos 180 km de diámetro. Su nombre, Chicxulub, significa cola del diablo en lengua Maya.

Todos estos estudios, y los datos obtenidos mediante las naves automáticas enviadas a otros objetos que orbitan alrededor del Sol, indican que los impactos son el principal proceso geológico que tiene lugar en nuestro sistema solar. La relación observada entre algunas extinciones y los grandes impactos hace sospechar que han influido profundamente en la evolución biológica y geológica de la Tierra. Además, el estudio de este tipo de fenómenos debería ayudarnos a comprender las consecuencias ambientales que podría tener la actividad industrial de los tiempos modernos: la lluvia ácida y el efecto invernadero, por ejemplo.


(3) Povenmire (1985) Meteoritics, v. 20, pp. 541-544.



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