Los meteoritos de condrita ordinarios (OCs) se originan a partir de al menos tres asteroides originales con composiciones químicas ligeramente diferentes, y se denominan H, L y LL por su contenido de hierro alto, bajo y muy bajo. Estos asteroides experimentaron una metamorfosis térmica, pero no se derritieron a principios de la historia del sistema solar, lo que resultó en muestras de OCs con una secuencia de tipos petrológicos (denominados tipos 3 a 6) correspondientes a grados crecientes de calentamiento y metamorfismo. Un modelo para explicar esta gama de tipos metamórficos, comúnmente conocido como “modelo de cáscara de cebolla”, postula que los asteroides se enfriaron lentamente desde el exterior hacia el interior mientras aún estaban intactos, lo que resultó en capas concéntricas. Sin embargo, este modelo no explica todas las características observadas en los OCs. En particular, las velocidades de enfriamiento registradas por las fases metálicas en los OCs no se correlacionan con el tipo petrológico de acuerdo al modelo de cáscara de cebolla. Esto ha llevado a establecer una hipótesis alternativa según la cual los cuerpos originales de los OCs fueron destruidos catastróficamente para luego reagruparse en cuerpos con estructura de “pila de escombros”, posiblemente en múltiples etapas.
Una nueva investigación dirigida por Michael Lucas, un becario postdoctoral de la Universidad de Tennessee, examinó 18 OCs con el objetivo de testar las dos hipótesis barajadas para su formación. Lucas y sus colaboradores aplicaron geotermometría mineral y geopeedometría, técnicas que se utilizan para determinar las temperaturas y velocidades a las que las rocas se enfrían. Además de los geotermómetros convencionales (por ejemplo, calcio en olivino), los autores utilizaron un geotermómetro desarrollado más recientemente basado en la distribución, dependiente de la temperatura, de elementos raros de la Tierra (REE por sus siglas en ingles) entre dos tipos diferentes de minerales de piroxeno. Esta nueva técnica mide el pico de temperatura metamórfica (de hasta 1400°C), mientras que los geotermómetros convencionales sólo pueden determinar la temperatura a la que los elementos dejaron de ser redistribuidos (es decir, temperaturas entre 500 a 1000°C). Usando esta metodología, los autores estiman tasas de enfriamiento de alrededor de 0.3°C por año a temperaturas máximas de alrededor de 900°C. Es decir, entre mil y un millón de veces más rápido que los métodos anteriores calibrados para bajas temperaturas (500°C) de enfriamiento (por ejemplo, metalografía). Luego, los autores crearon un modelo de enfriamiento rápido que consta de dos etapas, seguido de enfriamiento lento. Concluyeron que el enfriamiento rápido refleja una interrupción catastrófica, mientras que el enfriamiento más lento ocurrió en montones de escombros reagrupados. Por lo tanto, los cuerpos parentales de los OCs podrían haber tenido originalmente estructuras de cáscaras de cebolla, pero se rompieron catastróficamente y se volvieron a reagrupar en montones de escombros antes de enfriarse por completo, una conclusión a la que otros investigadores habían llegado previamente basándose en la evidencia de temperaturas de cierre de plomo 207Pb–206Pb combinadas con velocidades de enfriamiento metalográficas. Diferentes termómetros minerales registran diferentes etapas de esta historia de dos etapas y, por lo tanto, no necesariamente se contradicen entre sí. Dado que los OCs se encuentran entre las muestras planetarias más antiguas, este resultado confirma que las historias geológicas de los planetesimales al principio de la historia del sistema solar estuvieron fuertemente influenciadas por procesos de colisión. LEE MAS