1998
© David A. Kring
World Wide Web Edition
Antonio Parra llevó a cabo la traducción, y Humberto Campins (LPL) la revisó.
Los meteoritos son especialmente útiles para el geólogo, pues son muestras de los cuerpos planetarios, principalmente de los asteroides. Para conseguirlas, dependemos todavía de su caída fortuita. No parece probable que antes de, por lo menos, una generación se puedan obtener de ninguna otra manera, ni con naves automáticas ni tripuladas. Desde el punto de vista científico, son imprescindibles para poder dar un primer vistazo a los materiales que constituyen el sistema solar interno.
Los meteoritos más antiguos son residuos de los primeros procesos que tuvieron lugar en nuestro sistema solar, hace 4.600 millones de años. (No se debe confundir el origen del Sistema Solar con el origen del Universo, o Big Bang, que ocurrió hace más de 9.000 millones de aÒos, quizá casi 20.000 millones de años). Nuestro sistema solar se formó por contracción de una nube interestelar de polvo y gas. Como esta nube giraba lentamente sobre sí misma, dió lugar a un disco aplanado en rotación, al que nos referiremos en adelante como la nebulosa solar. La mayor parte del polvo y el gas se acumularon en la zona central de la nebulosa, engrosando poco a poco la protoestrella que habría de convertirse más tarde en nuestro sol.
El polvo y gas restante constituyeron los materiales primitivos a partir de los que se formaron los planetas. Primero aparecieron aglomerados esponjosos de granos de polvo. En algunas zonas de la nebulosa solar, estas masas de polvo fueron sometidas a altas temperaturas que provocaron su fusión y la formación de gotitas de metal y silicatos (como en la lava). Henry Clifton Sorby, geólogo del siglo XIX, fue uno de los primeros que examinó al microscopio estas gotitas, e imaginó la terrible tempestad en que se formaron. Según parece, los procesos de alta temperatura que originaron estas gotas fueron de corta duración, pues se enfriaron rápidamente, formando las esférulas de roca que hoy conocemos como cóndrulos. Los meteoritos que contienen estos objetos se llaman condritas.
En algunos lugares, la temperatura de la nebulosa fue tan alta que se evaporaron los materiales más volátiles del polvo, dejando solamente los residuos refractarios. En otros, fue tan baja que pudieron condensarse materiales directamente a partir del gas de la nebulosa, como si se tratase de copos de nieve. Con el tiempo, los cóndrulos, los residuos producidos por evaporación y los materiales condensados, se fueron uniendo para formar sedimentos nebulares y, finalmente, grandes cuerpos, o planetésimos, con diámetros de hasta decenas de kilómetros. Los meteoritos más primitivos encontrados son muestras de esas mezclas de materiales primitivos. En algunos casos, incluso contienen trazas de polvo interestelar, sobreviviente de los procesos de alta temperatura que tuvieron lugar en la nebulosa solar.
Los pequeños cuerpos planetarios de los que proceden los meteoritos primitivos se formaron en una zona bastante extensa del sistema solar interno, con amplias variaciones en la distribución de materiales y en el grado de calentamiento sufrido. Planetésimos formados en distintas regiones de la nebulosa solar tendrían, pues, propiedades químicas y estructurales diferentes. Los tres grupos principales de condritas primitivas, que representan esas variaciones, son las condritas carbonáceas, las condritas enstatíticas, y las condritas ordinarias desequilibradas.
En algunos casos, la acumulación de planetésimos rocosos, y quizá también helados, llegó a producir planetas de tamaño relativamente grande, suficiente para que se alcanzasen en su interior altas temperaturas. La energía necesaria procedería, en parte, de los impactos, pero en mayor grado, probablemente, de la desintegración radioactiva de isótopos de vida media relativamente corta. Los cuerpos de mayor tamaño retendrían más eficazamente el calor producido en su interior. El campo magnético solar podría haber interactuado con los materiales de los cuerpos presentes en las regiones interiores de la nebulosa, calentándolos por inducción. Las altas temperaturas metamorfizaron el material condrítico primitivo, de forma similar a como se modifican las rocas en las profundidades de la corteza terrestre, produciendo la aparición de grandes cristales y de nuevas asociaciones de minerales. Los meteoritos que proceden de estos cuerpos metamorfizados se llaman condritas equilibradas, por su composición química homogénea.
Las temperaturas de algunos planetésimos llegaron a ser tan altas que llegaron a fundirse totalmente los materiales primitivos, produciéndose cámaras magmáticas y otras estructuras características de la actividad ígnea. Los meteoritos que muestran huellas de haber sufrido este tipo de procesos se llaman acondritas, nombre que se refiere a su carencia de cóndrulos. En los planetésimos de mayor tamaño, total o parcialmente fundidos, el campo gravitatorio provocó la separación de los materiales más densos, metálicos, del resto del magma silíceo. De esta manera se formaron cuerpos con un núcleo rico en hierro envuelto por un manto de silicatos. Los meteoritos metálicos se consideran análogos al núcleo terrestre, que debe haberse originado de la misma manera. Otro tipo de meteoritos, los palasitos son mezclas de metal con alto contenido en hierro y cristales de silicatos. Probablemente, representan regiones en las que los magmas que dieron lugar a los meteoritos acondríticos y metálicos se encontraban mezclados, quizá en la frontera entre el núcleo y el manto de los planetésimos.
Los diferentes tipos de meteoritos descritos proceden de los asteroides. Estos, a su vez, pueden ser restos de los materiales a partir de los que se formaron los planetésimos o bien fragmentos de planetésimos desintegrados por colisiones mutuas. Los meteoritos primitivos podrían proceder de cometas. La mayoría de los científicos, sin embargo, opina que es improbable que ningún meteorito grande proceda de un cometa. De todos modos, los cometas son una fuente importante de micrometeoritos. Aunque los fragmentos de cometas no suelen sobrevivir al impacto con la atmósfera terrestre, en parte a causa de que su velocidad relativa a la Tierra es mayor que la de los asteroides, podrían ser la causa de algunos de los grandes impactos que ha recibido la Tierra (vea la sección IV, más adelante).
Un tipo de meteoritos especialmente interesante, identificado recientemente, procede de los impactos en la superficie lunar. Hasta la fecha, sólo se han encontrado 12 meteoritos lunares. Tienen su importancia, pues son muestras de una región más amplia de la Luna que la que pudieron explorar las seis misiones Apollo, tripuladas, y las tres misiones soviéticas Luna, automáticas. Es probable que los meteoritos Shergotty, Nakhla, y Chassigny, que se suelen agrupar como de tipo SNC, procedan de la superficie de Marte. Si así fuera, se trataría de las únicas muestras que poseemos de otro planeta.